Acabó la temporada de siembra de maíz o pitucuy con un qatun raymi revitalizador. Costumbre milenaria de autoabastecimiento vigente en zonas alto andinas. Lo menciona Huamán Poma de Ayala en sus crónicas como una actividad agrícola que se inicia en setiembre y finaliza en noviembre. Permanencia que confirma la importancia del grano en tiempos prehispánicos. Hoy, el maíz es el núcleo presente en este encuentro festivo, cuando las familias invitan a parientes, amigos, compadres a departir en la jornada agrícola.
En el valle del Sondondo, Ayacucho, con 200 mil hectáreas en andenes, el pitucuy es frecuente en esta temporada. Convoca mano de obra para un espacio que lo requiere con urgencia.
Solo en Andamarca, rodeada de andenes, existen 8 mil en pleno estado productivo. Ver de lejos el verdor de sus terrazas deslumbra. Pero de cerca no salimos del asombro, su grandeza se mide a escala humana. Cada terraza tiene un metro ochenta de promedio en altura y cerca de tres metros de ancho. Se nota la mano del hombre en su configuración construida en pircas. El sistema hidráulico preinca permite llevar agua hasta los puntos más difíciles e inaccesibles. Decir inaccesible para un pueblo acostumbrado a retar la adversidad es un sacrilegio. Nada es imposible en esta tierra de titanes. El éxodo de su población produjo el abandono de vastas hectáreas de andenes. Sin mantenimiento, los canales de algunas zonas quedaron obstruidas y es difícil su recuperación. Sin embargo, poco a poco, lo están logrando.
Nuevas formas institucionalizan tradiciones en la forja de cadenas productivas. El Pata Tarpuy Raymi o la fiesta de la siembra en el andén convoca a propios y foráneos a compartir esta jornada con el pueblo rukana. Es el final de la temporada de siembra y la comunidad de Andamarka ha elegido el sector más alejado para realizar la tarea. 18 yuntas se han anotado para el arado.
Es la víspera, las mujeres desgranan el maíz entre risas y cantos, organizan los alimentos que cocinarán a las 4 de la madrugada. Los hombres distribuyen las responsabilidades. Todas las instituciones locales aportan para cada etapa, ya sea productos o dinero. Se ha nombrado responsable por consenso al profesor Pascual Flores, presidente de la Asociación para el desarrollo turístico y cultural de Andamarca, ADETUR.
EL RENACER DE LOS ANDENES
Llego con las justas al punto elegido para el Pata Tarpuy Raymi, mis piernas tiemblan del esfuerzo al subir empinados trechos. Nos hemos perdido entre cercos de piedras sin saber que se mueven al regalado gusto de los naturales. Senderos enigmáticos se abren al conjuro de las sabias manos del patriarca Nolasco Páucar o de Fátima Tito. La comunidad en pleno está presente con pututos y trajes típicos.
Pascual Flores recibe a los Yaku alcaldes, a sus compadres, familiares y amigos, quienes llevan semillas y hacen mocco tinkay (bendecir la semilla). Colocan en el sombrero hojas y flores. El alcalde, Hugo Quispe, cumple con el saludo. Tinkan (brindan) con la pachamama, ofrecen deseos de una buena jornada y una buena cosecha. El quechua atilda el paisaje detenido en el tiempo de los incas.
Nadie se cruza de brazos, pero es la infatigable Fátima Tito quien impone participar a todos en las tareas con un grito ya conocido yujujuuy. Su canto diafragmático convoca. Y es que la distancia obliga y el talento de vivir en armonía convierte en melodía las necesidades, así surgen la danza y el canto para representar las actividades agrícolas, los yernos bailan malquiltusuy, las nueras entonan el qarawi. Las escaramuzas son acompasadas con un jayra.
Después de mediodía, los yernos se preparan para competir huacca pahuay, bajar y subir las terrazas desde el punto más alto de tres en tres sin soltarse. No veo trofeo, ni medallas ni nada que se parezca a un premio para tamaño esfuerzo. Y ¿qué ganan? pregunto. Respeto, dice muy digno el yaku alcalde de Negromayo, Alberto Damián Díaz. Llegan ollas gigantes con la comida. La chicha calma la intensa sed.
LA COMIDA EN RECIPROCIDAD
La comida se ha dispuesto para todos los presentes. Las mantas en el suelo señalan el tamaño del banquete, en ellas colocan cancha, encima habas. En vajilla hecha por ellos mismos, sirven un delicioso plato a base de quinua y papa. Llegan las nueras con el chucco (pila de platos de distintos potajes). Los yernos reparten mientras las mujeres hermosamente adornadas se sientan en cuclillas junto a los anfitriones. Todos comen y beben congratulados por la abundancia. Esos mismos platos se devuelven con cancha. Reciprocidad, redistribución y complementariedad institucionalizan el sistema andino, que se muestra vital en esta fiesta.
Las yuntas han levantado la tierra, las mujeres recogen araq papa. Planta que crece aparentemente silvestre. Es papa de los incas, dicen. Dentro de poco, Pascual Flores será llevado en hombros por sus compadres, viven la alegría de una jornada cumplida. El verdor regresará a esta zona de terrazas indómitas. Entiendo su poder: el manejo de lo colectivo afirmado en la vigencia del ayni o la minka. Esa mentalidad los vuelve titanes. Quien se dispare solo será sometido a las críticas más duras. Aunque muchas veces, sean injustas, pero la construcción colectiva es el resguardo de su continuidad como nación. La comunidad ejerce un fuerte control social sobre sus representantes para avanzar juntos. En medio del alboroto, el quechua, el francés, el castellano se mezclan con naturalidad. Un grupo de jóvenes franceses, acompañados por la andamarquesa, Zoila Munaro departen en medio de los comuneros. La benefactora de este pueblo hermoso convoca a todos sus aliados para introducir desarrollo.
El Pata Tarpuy Raymi muestra a los rukanas. La escenificación es un retorno a un tiempo primordial en busca de ese ser colectivo, fundamento de sus fortalezas.