martes, 26 de octubre de 2010

El poeta Alvaro Torres Calderón canta en versos lúcidos!




Ángel hechizado

Tu nombre me recuerda la libertad y la belleza: Cassandra, profeta incomprendida.

Ángel de la nieve y el rocío.

Tu presencia, era suficiente para volver a sonreír

Tu sonrisa tierna, tu risita de murmullo, agua de azahar para el afligido.

Tus ojos de viva paz son ahora exclusividad de los aires

Tu silencio es sinónimo de sabiduría

Tu palabra acertada: Prudencia

Wisely, sabiamente Wisely

Mi mente recorre los lugares remotos de tu nombre,

Cassandra, espíritu soñador.

Estuviste con nosotros veinte años y un poco más

Nos elevaste en nuestro espíritu,

y a tus padres antes que a nadie;

Elevaste a los que te conocieron y a los que no, también.

A los que te conocieron: nuestras vidas fueron tocadas por la mágica luz de tu espejo

Por la hechizante miel de tu voz, por la frescura de tu amistad.

A los que no te conocieron: Posaste una mirada de ángel en sus ojos

Un retrato tuyo depositado para despertarlos del sopor.

Ángel hechizado, terminaste tu misión por estos campos

Nos dejaste cautivados y prendidos a un hilo de la memoria

Un hilo fuerte de plata que se acurruca con el susurro de la luna.

Nos dejas gozando las pequeñas gigantes cosas que compartiste con nosotros

Nos dejaste el ejemplo de tu juicio y dedicación,

de tu alegría risueña, de tu alegría triste.

Nos reconforta soñar con la energía interior de las ventanas de tu corazón

pese a la fragilidad de tu figura.

Nos dejaste ejemplo de sonreírle a esta vida traicionera,

Y burlarnos de nuestra eterna amiga calavera que nos acompaña.

Pegaste mariposas y flores a las paredes de esta vida galopante.

¡Sonríe y ríe Cassandra! ¡Ríe y sonríe!

La incomprensión me aturde, las lágrimas construyen una tapia en mi garganta,

mi humanidad me impide comprender que ahora brillas más que nunca,

que vives plenamente.

Antes sólo fueron pequeños momentos de vida.

Pasaste la frontera y te quedaste ahí,

¡Desprende ahora tus alas!

Acomódate en tu sillón y vigílanos.


Claroscuro, 2010. Editorial Línea andina, Lima Perú

lunes, 15 de febrero de 2010

Pitucuy: la siembra de maíz en cierre festivo

Texto y fotos: Clara Rojas
Acabó la temporada de siembra de maíz o pitucuy con un qatun raymi revitalizador. Costumbre milenaria de autoabastecimiento vigente en zonas alto andinas. Lo menciona Huamán Poma de Ayala en sus crónicas como una actividad agrícola que se inicia en setiembre y finaliza en noviembre. Permanencia que confirma la importancia del grano en tiempos prehispánicos. Hoy, el maíz es el núcleo presente en este encuentro festivo, cuando las familias invitan a parientes, amigos, compadres a departir en la jornada agrícola.
En el valle del Sondondo, Ayacucho, con 200 mil hectáreas en andenes, el pitucuy es frecuente en esta temporada. Convoca mano de obra para un espacio que lo requiere con urgencia.
PATA TARPUY RAYMI: LA FIESTA DE LA SIEMBRA EN EL ANDÉN
Solo en Andamarca, rodeada de andenes, existen 8 mil en pleno estado productivo. Ver de lejos el verdor de sus terrazas deslumbra. Pero de cerca no salimos del asombro, su grandeza se mide a escala humana. Cada terraza tiene un metro ochenta de promedio en altura y cerca de tres metros de ancho. Se nota la mano del hombre en su configuración construida en pircas. El sistema hidráulico preinca permite llevar agua hasta los puntos más difíciles e inaccesibles. Decir inaccesible para un pueblo acostumbrado a retar la adversidad es un sacrilegio. Nada es imposible en esta tierra de titanes. El éxodo de su población produjo el abandono de vastas hectáreas de andenes. Sin mantenimiento, los canales de algunas zonas quedaron obstruidas y es difícil su recuperación. Sin embargo, poco a poco, lo están logrando.
Nuevas formas institucionalizan tradiciones en la forja de cadenas productivas. El Pata Tarpuy Raymi o la fiesta de la siembra en el andén convoca a propios y foráneos a compartir esta jornada con el pueblo rukana. Es el final de la temporada de siembra y la comunidad de Andamarka ha elegido el sector más alejado para realizar la tarea. 18 yuntas se han anotado para el arado.

Es la víspera, las mujeres desgranan el maíz entre risas y cantos, organizan los alimentos que cocinarán a las 4 de la madrugada. Los hombres distribuyen las responsabilidades. Todas las instituciones locales aportan para cada etapa, ya sea productos o dinero. Se ha nombrado responsable por consenso al profesor Pascual Flores, presidente de la Asociación para el desarrollo turístico y cultural de Andamarca, ADETUR.
EL RENACER DE LOS ANDENES
Llego con las justas al punto elegido para el Pata Tarpuy Raymi, mis piernas tiemblan del esfuerzo al subir empinados trechos. Nos hemos perdido entre cercos de piedras sin saber que se mueven al regalado gusto de los naturales. Senderos enigmáticos se abren al conjuro de las sabias manos del patriarca Nolasco Páucar o de Fátima Tito. La comunidad en pleno está presente con pututos y trajes típicos.
Pascual Flores recibe a los Yaku alcaldes, a sus compadres, familiares y amigos, quienes llevan semillas y hacen mocco tinkay (bendecir la semilla). Colocan en el sombrero hojas y flores. El alcalde, Hugo Quispe, cumple con el saludo. Tinkan (brindan) con la pachamama, ofrecen deseos de una buena jornada y una buena cosecha. El quechua atilda el paisaje detenido en el tiempo de los incas.

Nadie se cruza de brazos, pero es la infatigable Fátima Tito quien impone participar a todos en las tareas con un grito ya conocido yujujuuy. Su canto diafragmático convoca. Y es que la distancia obliga y el talento de vivir en armonía convierte en melodía las necesidades, así surgen la danza y el canto para representar las actividades agrícolas, los yernos bailan malquiltusuy, las nueras entonan el qarawi. Las escaramuzas son acompasadas con un jayra.
Después de mediodía, los yernos se preparan para competir huacca pahuay, bajar y subir las terrazas desde el punto más alto de tres en tres sin soltarse. No veo trofeo, ni medallas ni nada que se parezca a un premio para tamaño esfuerzo. Y ¿qué ganan? pregunto. Respeto, dice muy digno el yaku alcalde de Negromayo, Alberto Damián Díaz. Llegan ollas gigantes con la comida. La chicha calma la intensa sed.

La dimensión del espacio explica la necesidad de contar con toda la familia en esta tarea. Las yuntas aran. Mientras el hombre arrea, la abuela dirige la yunta, la esposa esparce la semilla en el surco recién abierto. Cada tarea está definida. Otro miembro reparte chicha, se desplaza por las terrazas con agilidad. Las edades no hacen diferencia, participan de igual a igual con el mismo vigor.

LA COMIDA EN RECIPROCIDAD

La comida se ha dispuesto para todos los presentes. Las mantas en el suelo señalan el tamaño del banquete, en ellas colocan cancha, encima habas. En vajilla hecha por ellos mismos, sirven un delicioso plato a base de quinua y papa. Llegan las nueras con el chucco (pila de platos de distintos potajes). Los yernos reparten mientras las mujeres hermosamente adornadas se sientan en cuclillas junto a los anfitriones. Todos comen y beben congratulados por la abundancia. Esos mismos platos se devuelven con cancha. Reciprocidad, redistribución y complementariedad institucionalizan el sistema andino, que se muestra vital en esta fiesta.
Las yuntas han levantado la tierra, las mujeres recogen araq papa. Planta que crece aparentemente silvestre. Es papa de los incas, dicen. Dentro de poco, Pascual Flores será llevado en hombros por sus compadres, viven la alegría de una jornada cumplida. El verdor regresará a esta zona de terrazas indómitas. Entiendo su poder: el manejo de lo colectivo afirmado en la vigencia del ayni o la minka. Esa mentalidad los vuelve titanes. Quien se dispare solo será sometido a las críticas más duras. Aunque muchas veces, sean injustas, pero la construcción colectiva es el resguardo de su continuidad como nación. La comunidad ejerce un fuerte control social sobre sus representantes para avanzar juntos. En medio del alboroto, el quechua, el francés, el castellano se mezclan con naturalidad. Un grupo de jóvenes franceses, acompañados por la andamarquesa, Zoila Munaro departen en medio de los comuneros. La benefactora de este pueblo hermoso convoca a todos sus aliados para introducir desarrollo.
El Pata Tarpuy Raymi muestra a los rukanas. La escenificación es un retorno a un tiempo primordial en busca de ese ser colectivo, fundamento de sus fortalezas.

Las redes vitales de Pambarumbe

Texto y fotos: Clara Rojas
Pambarumbe se yergue en un páramo de la sub cuenca La Gallega, entre el verdor tropical de Morropón en Piura. A mil msnm, aparecen las casas con sus tejados a dos aguas, en medio de ceibos, aquel árbol tenebroso de los cuentos de hadas florece aquí sin malignidad. Llega por fin la caravana con cientos de invitados para la celebración de la Virgen del Rosario.

A la vera del camino, los nidos del Chilalo se mecen colgados de una rama. Semejan hornitos de barro en donde se guarecen seguros sus pichones. El tenaz pajarillo levanta su casa de dos pisos con barro y paja. Deslumbra la inteligencia en esta minúscula avecilla.
Este año, una multitud de visitantes atiborra las viviendas, siempre hay lugar para uno más tranquiliza la presidenta de la mayordomía, María Amelia Ramírez. El gobernador José Huerta y sus mayordomas, encargados de la organización de la fiesta, trabajaron intensamente todo el año para celebrar a la Virgen del Rosario. Algunos foráneos no entienden el significado de estos afanes. ¿Por qué gastar en un solo día el trabajo de un año?, dicen. Pero no es así. La fiesta es el corolario de un año de gestiones por mejorar la escuela, el local comunal, la iglesia.Concatenan redes comprometidas en la modernidad de su pueblo anclado en el corazón de sus nostalgias. Es un pequeño lugar del alto Piura engrandecido por el cariño de su gente.
Una fuerza vital los convoca. En torno a la Virgen del Rosario se congregan los hijos de Pambarumbe de todo del mundo. Aportan desde sus ubicaciones, como profesionales o como actores activos con gestiones ante las autoridades regionales. El lazo con la madre tierra se vitaliza en este encuentro festivo celebrado en octubre. Reverdece en su seno la huella de su gente. Sus calles, sus viviendas, los servicios son renovados. El sistema colectivo germina entre los versos de sus kumananas. La verbena estalla en algarabía. Los castillos cortan la negrura de la noche. Las tardes se llenan de apuestas, los gallos, los toros, las mascotas son un pretexto más para compartir. Tres días de fiesta en un encuentro regenerador. La procesión cierra el ciclo.
QUÍTALE EL SOMBRERO
El cargo de gobernador, responsable de la fiesta, se obtiene en un ritual lúdico. El sombrero, adornado con cintas de todos los colores, significa mando.
En la procesión que recorre el pueblo, el gobernador está flanqueado por sus cuatro soldados con máscaras encargados de proteger que nadie le quite el sombrero. En este recorrido se lo querrán quitar a toda costa. Si se deja, continuará el siguiente año con la responsabilidad o debe pagar una multa para entregarlo a otro. Los soldados enmascarados lo protegen. Lo impiden. Al final de la procesión si aún continúa en su poder, el gobernador entrega el sombrero como muestra de haber cumplido su compromiso a cabalidad. Entonces, elige a otro dándole el encargo del pueblo. LA ACHIRA EN CONSERVA: OFRENDA SÍMBOLO
La participación y aporte para los eventos ha sido abundante. En agradecimiento, el gobernador ofrece a los asistentes la conserva a base de achira, que es como una miel en un panal, dice José Huerta, abogado de profesión. Es usual en el Perú, desde tiempos prehispánicos, ofrecer una comida en reciprocidad al compromiso cumplido. En este caso, el fruto símbolo de la localidad es la achira. La tradición marca el origen de este tubérculo parecido a la yuca, de hermosa flor y vistoso follaje usado también por su belleza como planta ornamental.
En ninguna otra parte del Perú existe un rito semejante, la achira se vuelve símbolo de regocijo congregador, se ofrece en recompensa, como premio al esfuerzo. El anfitrión invita la conserva en un acto de atención, una tradición que se mantiene viva desde tiempos inmemoriales. Evidencia la importancia del fruto, su origen. Y con mayor precisión un origen en el norte del Perú.
Confirmado con las evidencias históricas encontradas en los primeros colonizadores, mencionan el tubérculo precisamente como fruto de esta localidad. Hay evidencias arqueológicas en Nasca y en Chimú, representadas en sus cerámicas. Y además están las evidencias lingüísticas, como lo remarca Juan Seminario en sus conclusiones sobre el estudio de las Raíces Andinas. La achira es un fruto que forma parte de la identidad de Pambarumbe, revitalizada cada año en esta fiesta. Se prepara con fines rituales en esta única ocasión. Los detalles en las fiestas son reveladores. Toponimias y tradiciones nos muestran costumbres prehispánicas vigentes. Muy cerca, Paltashaco muestra lo abundante y sabroso de su fruto bandera, la palta. Diversas variedades explican el nombre del lugar.

LAS CAPULLANAS REDIVIVAS

Las mujeres tienen un rol decisivo en cada etapa. Son educadas, líderes, organizadoras, asumen su papel de mando en todo momento. En Pambarumbe como en Lima, la fiesta las convoca a unir esfuerzos en beneficio de su terruño. En ambos lugares, las mujeres ponen el toque singular, antes de entrar a la iglesia, con el anda sobre los hombros, las mayordomas bailan y hacen bailar a la virgen una marinera, un huayno, sin un gesto de cansancio, las indoblegables herederas de las capullanas se despliegan armoniosas ensimismadas en las notas de la banda. No por gusto Piura es el departamento que más gasta en educación. Cultivadas al extremo, las mujeres batallan por su desarrollo. La bella abuela, Ernestina no siente el peso de sus 87 años, lee los diarios cada día, prepara la mesa para recibir con entusiasmo a sus invitados. Martha Ramírez, nacida en este hermoso paraje, hunde sus pies en el barro, sintiendo en la piel el llamado de la tierra. Las nuevas generaciones de mujeres remarcan el sino de belleza, sensualidad y candor que deslumbró a las huestes de Francisco Pizarro, las capullanas, temidas y adoradas en esos tiempos.
Pambarumbe florece como refugio y cobijo, diferente de otros lugares convertidos en fantasma por la ausencia de sus ciudadanos. A este pueblo de una sola calle, su gente retorna con las manos llenas de regalos.

Los danzaq: mito y rito en las alturas

Por: Clara Rojas
Al conjuro de su danza aflora el umbral que los cobija: la lucha de los contrarios. En territorio andino, cambiar una mentalidad colectiva por otra individualista significa la destrucción de mecanismos sociales sostén de su estructura económica. De esta historia de destrucción y florecimiento nace el Taki onqoy, origen de los danzantes de tijera. Escenifican en cada acto un legado que los forja para vencer la adversidad. A través de ellos, sus wamanis hablan de esa transición que aún los mantiene en estado de shock (pobreza).
Las tijeras no han dejado de restallar en toda la noche, se acerca el duelo final a 3437 de altura. El sonido crece. Desde los cuatro puntos de Andamarka, Ayacucho, se expande involucrando aún a quienes no pueden mantenerse ajenos. Es el momento cumbre del Qatun Yaku Raymi (gran fiesta del agua).
Amparados por los efluvios de la madrugada, los competidores se entregan a la danza menor en su reencuentro con el muñay (sentimiento). Bailan el wallpa waqay (primer canto del gallo). Representa la muerte de la noche y la llegada del día. En el instante del cambio se transforman en ofrenda. El cuerpo, poseído por su wamani (dios tutelar), está listo para enfrentar a sus rivales con las más espectaculares figuras. La sinfonía de notas compuesta por tijeras, arpa y violín hechiza a sus habitantes. El rito cala con una intensidad solo comparable con la fuerza del amor. Conjura el umbral que lo cobija en una fascinante invocación a esa pugna de los contrarios: lo andino y lo occidental, pasado y presente. Encuentros y desencuentros. Su desafío es un grito de guerra vigente en un contrapunto de sensibilidades. El humor y el dolor, bravura y gracia, fortalezas y fragilidades. La escena propicia lecturas en todo sentido: los colores de su naturaleza en el vestuario, un cuerpo ligero que vuela. La fugacidad del movimiento surcando el espacio.
El rostro contraído alude el sacrificio. La melodía triste previene la dimensión de las pruebas de resistencia que tendrán lugar a pocas horas.
Entrada la mañana siguiente enfrentarán en el yawar ccejay (rito de sangre), la agonía: muerte y renacimiento, representado por el danzaq, su discípulo y el iniciado. De los cuatro sectores; Negromayo, Orcco, Vizca, Chulpo, bajan a la plaza: danzantes, violinista, arpa, los sigue la comunidad a la que representan.

ATIPANACCUY (RETANDO)

Después de escalar hasta la torre de la iglesia (torre ccejay) con una soga en donde exponen sus destrezas de gimnastas, acróbatas, incluso de faquirismo, llegan a la cruz (símbolo de lo occidental). Nuevas hazañas convertidas en estoicos pasos marcan el triunfo andino; danzan acompañados de notas conocidas, el silbido del viento, el sonido del agua, son cerca de 28 notas. Luego el maestro cae en trance; la melodía más triste acompaña: es el momento de la agonía, cuando el maestro muere y aparece el sucesor. Vence a la muerte. El discípulo toma la posta y danza en torno al maestro. Continuidades que explican las resistencias del mundo andino.
Apretujados ante la iglesia, los espectadores hierven en emociones. Ritos colectivos en un espacio de arquitectura con estructura colonial (individualista) confirman la capacidad de adaptación andina(1). La estrechez de la placita de Andamarka cobija el más importante ritual prehispánico. Es la limpieza del hombre y sus cauces representada en el Qatun Yaku Raymi, la fiesta de mayor impacto en la zona, rodeada de andenes de hasta 25 pisos. El repliegue de los danzaq hacia su lugar de origen contextualiza su vigencia, reproducen un urdido de redes de una mentalidad colectiva urgida, sin ella no habría vida en los andenes, con una extensión de 200 mil hectáreas. El ritual de pago al agua se inicia el 14 de agosto con la apertura de la bocatoma en cada zona, cauces milenarios se ramifican hacia diferentes áreas cultivadas.
En estos días, el pongo, Nicanor Ramos Inca (Qatun yachaq, pachamama chaninchaq: gran maestro) hace el pagapaq (entrego, tapado o cajas), en doce lugares. A mitad de semana, los cargontes (al recibir más agua asumen el cargo) y adornantes esperan el reto a sus danzaq (Alba y visitanacuy). Se produce también el llamado anticipo; competencia de los segundos (discípulos) sobre la cruz ante la iglesia.

El frío aumenta el humo del calientito, una atmósfera de pertenencia constriñe a los espectadores. De las profundidades escapa una voz mítica, curadora que resuena en ecos continuos: ¡Danzaqqqq! Es un sonido gutural, ronco, añejo. Encarnado en la voz de los capataces (responsables del orden), el wamani invade no solo a los danzantes en competencia; surge como un soplo de vida que exhala en alientos literales la magia del renacimiento. El vaho a aguardiente expulsa los males del alma.”En esos vapores se van sapos y culebras. El hombre se renueva” dicen los lugareños en sintonía con la simbología de limpieza de la gran fiesta del agua.
LA VITALIDAD DEL MITO
Desde su ingreso al pueblo (hatariccuy: inicio de fiesta) hasta la escenificación de la agonía, los danzaq anudan el rito de limpieza en actos cada vez más complejos. La danza enlaza con una historia de fortalezas sostenidas en el tiempo. Revitaliza el rito convertido en una lucha entre la cura y la enfermedad, que a veces cobra víctimas, como le ocurrió a uno de los más calificados exponentes, Chuspicha, luego de su participación en estas competencias, quedó paralítico. El rito se vuelve mito. Se encarna y reactiva su vínculo con la enfermedad. Es conocido el origen de los danzantes de tijeras en el taki onqoy, (taki: baile; onqoy: enfermedad) identificado por el antropólogo Luis Millones como movimiento surgido en respuesta a la destrucción de paradigmas en el mundo andino del siglo XVI.

Los danzantes también participan en otras fiestas tentando al destino. Están en la fiesta de la Cruz de mayo con su significativa presencia de constante reto. O en Semana Santa, fecha de graduación de los iniciados. Cuando el Dios católico ha muerto es propicio para el surgimiento de nuevas generaciones de danzantes, violinistas y arpistas. A nadie extraña que la iglesia permanezca vacía mientras el local de los danzaq bulle en algarabía. Risas “demoníacas, idólatras” escapan por las paredes. Hasta las madres dan de coscorrones a sus hijos alejándolos. Pese a ello, los pies se mueven alegres desde muy corta edad, “son hijos de la pachamama, elegidos de los wamanis”, dice el profesor Pascual Flores, presidente de la asociación cultural de esta localidad, Adeturc, “desde muy chico me gustaba ir a escondidas a los andenes y escalaba practicando torre ccejay, cuántas veces me caía lo volvía a intentar, mi mamá decía que eso era cosa de diablos”, cuenta. Andamarka, cuna de danzaq, alberga una historia de readaptaciones y continuidades.
(1) En la época prehispánica los espacios en círculo congregaban estas ceremonias. Desde Caral hasta la etapa incaica.